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El estigma en salud mental, un problema global

Cuando hablamos de estigma en salud mental nos referimos a la atribución de cualidades negativas y despectivas hacia el colectivo de personas que tienen un problema de salud mental. Con esta identificación negativa, estas personas son percibidas socialmente bajo una serie de creencias, mitos y prejuicios basados en la falta de información y el desconocimiento. Unas creencias que se han ido construyendo a lo largo de los años y que muchas veces no se cuestionan porque forman parte del imaginario colectivo. 

Pero es importante entender que no hay un «ellos» y un «nosotros», porque todas las personas viviremos en algún momento de nuestras vidas una situación de malestar emocional que puede derivar a un trastorno de salud mental. Según la Organización Mundial de la Salud, una de cada cuatro personas en el mundo tendrá un problema de salud mental a lo largo de su vida, y la mitad no buscará ayuda profesional a causa, precisamente, del estigma. 

El estigma es un fenómeno social que tiene tres dimensiones: 

  • Los estereotipos: Se trata de creencias compartidas por la sociedad, presunciones colectivas sobre un grupo que se utilizan para categorizarlo. Entre las más extendidas asociadas a las personas con un problema de salud mental se encuentran características como la incompetencia, la culpa, la peligrosidad y la impredecibilidad.
  • Los prejuicios: Aparecen cuando una persona está de acuerdo con los estereotipos aprendidos. Son respuestas cognitivas y afectivas ante los estereotipos, y generan discriminación y conductas de hostilidad.
  • La discriminación: Son aquellas conductas negativas dirigidas hacia el grupo social estigmatizado. Cuando se produce una distancia social entre un «ellos» y un «nosotros», no se utilizan los mismos criterios de valoración entre las personas, generando, por tanto, situaciones injustas y discriminatorias. 

La discriminación, la consecuencia del estigma

La atribución de características y rasgos negativos a las personas con problemas de salud mental predispone la actitud que tenemos hacia ellas, la forma de comportarnos y de relacionarnos. De hecho, la relación entre las concepciones sobre las personas con trastorno de salud mental (estereotipos), la actitud que tenemos hacia ellas (prejuicio) y la plasmación de estas ideas en acciones y comportamientos negativos (discriminación) sigue un patrón circular de retroalimentación. Así, los comportamientos discriminatorios hacia las personas con trastorno de salud mental alimentan y refuerzan los estereotipos que tenemos sobre ellas.

Esta discriminación sistemática constituye una de las principales barreras para la recuperación, el bienestar y, en definitiva, la consecución de una vida llena y normalizada de las personas que pasan por un problema de salud mental. 

El estigma en salud mental provoca multitud de situaciones discriminatorias que dificultan el desarrollo familiar, social, laboral o educativo de millones de personas con trastorno de salud mental.

La discriminación puede tener múltiples niveles: desde la estructural, que se refleja en políticas públicas, leyes y otras disposiciones prácticas de la vida social, hasta las pequeñas acciones discriminatorias que cada persona puede realizar en su día a día, muchas veces de forma inconsciente.  

Dos de las actitudes que adoptamos ante las personas con problemas de salud mental son:

  • El miedo: es, probablemente, la consecuencia más inmediata que se desprende de los estereotipos que se atribuyen a las personas con un trastorno de salud mental. Esta actitud de miedo predispone la manera como nos relacionamos con ellas. Un miedo motivado por el desconocimiento, pero también por el temor de las personas a tener un trastorno de salud mental, a ver a la otra persona como el otro lado del espejo, su yo potencial.  
  • El maltrato: una de las formas de discriminación más habitual consiste en maltratar o tratar negativamente a las personas que tienen un trastorno de salud mental. Este maltrato puede ser físico, pero también se da con el uso de lenguaje discriminatorio y con actitudes de evitación, rechazo, condescendencia, sobreprotección y control. 

El estigma en salud mental, pues, es un problema global en todo el mundo, que provoca multitud de situaciones discriminatorias que dificultan el desarrollo familiar, social, laboral o educativo de millones de personas con trastorno de salud mental. El miedo a ser etiquetado como alguien que tiene un problema de salud mental también reduce la probabilidad de que las personas busquen tratamiento. El estigma asociado a la salud mental desvaloriza socialmente a la persona y la contribución que ésta hace como miembro de la sociedad a la que pertenece. De hecho, 9 de cada 10 personas con un problema de salud mental afirma que el estigma y la discriminación les afectan negativamente.

Las personas que sufren estigma y discriminación tienen más probabilidades de experimentar:

  • Reticencia a buscar tratamiento.
  • Retraso en el tratamiento.
  • Rechazo, distanciamiento y aislamiento social.
  • Peor bienestar psicológico.
  • Falta de entendimiento entre amigos y familiares.
  • Acoso, violencia o intimidación.
  • Mala calidad de vida y mayor carga socioeconómica.
  • Aumento de los sentimientos de vergüenza y duda de sí mismo.

Además, a menudo, el estigma en salud mental se une a otros estereotipos sociales relacionados con aspectos interseccionales, como la edad, el género, la etnia u otras situaciones económico y sociales desfavorables, que provocan que estas personas sufran un doble estigma, dificultando más, si cabe, su desarrollo social y personal.